Una amiga se quiso unir a esta iniciativa y me compartió su relato. Aquí va.
Los tiempos difíciles, como una pandemia por ejemplo, hacen que consideremos muchos aspectos de nuestras vidas, reflexionemos sobre las decisiones que tomamos, qué es lo que en verdad importa y que no.
Mi familia es una de las olvidadas, de las que viven del día a día y que trabajan en lo que salga para conseguir el sustento. Una situación de estas nos asusta no solo por el hecho de que hay un virus acechando, sino también por el hecho de que no sabemos en qué momento se acabará la última bolsa de arroz en la alacena, el último huevo en la canasta o las últimas verduras, puesto que, no tenemos un empleo en el cual la empresa nos siga pagando nuestro salario o un bono solidario por parte del gobierno, en entonces como hacemos lo que muchos tratan de hacer en este país, sobrevivir día a día.
Por otra parte, aunque muchas veces dicen que este tipo de contingencias unen más a las familias no aplica en todos los casos, no todas las familias han tenido que vivir ciertas circunstancias que muchas otras sí. En mi familia premia el miedo, no sólo por saber cuando se acabará la comida sino también por saber cuando se acabará la paciencia.
Mi familia está conformada por cuatro personas, mi madre, mi padre y mi abuela siempre hemos sido los 4 y nunca ha sido fácil, mi padre siempre ha sido alguien violento, mi madre una persona noble y mi abuela alguien que justifica los malos actos de su hijo y yo... Yo soy la ira, el odio y el miedo, siempre he temido por la felicidad y tranquilidad de mi madre y rogado a alguna fuerza del universo que me conceda la paz para aguantar al ser violento que es mi padre, que apacigüe su ira y que lo haga una persona que desee escuchar lo que otros quieren decir. Esta contingencia por suerte ha cambiado a mi padre y a mi madre, ha hecho que ella sea más fuerte y comprenda que no debe dejar que la pisoteen y a él le ha enseñado que no es inmortal y que un día puede que no despierte, eso ha hecho que sea más soportable el convivir, puede resultar agotador, ya que hay cambios, pero no son totales y hace que esto tenga el efecto de montaña rusa aveces arriba, aveces abajo, otras veces rápido y otras no tan rápido.
Los quehaceres se intentan dividir y muchas veces veo como "el hombre de la casa" puede ser útil y a la vez ser un simple estorbo que solo quiere estar acostado porque se levantó a sacar al perro a hacer sus necesidades y eso lo agotó. Es una suerte que mi madre y yo nos hemos convertido en un frente unido que no acepta que los que estén en casa sean un estorbo y hacer que realicen el mismo esfuerzo por igual y que este sea valorado.
Los tiempos difíciles, como una pandemia por ejemplo, hacen que consideremos muchos aspectos de nuestras vidas, reflexionemos sobre las decisiones que tomamos, qué es lo que en verdad importa y que no.
Mi familia es una de las olvidadas, de las que viven del día a día y que trabajan en lo que salga para conseguir el sustento. Una situación de estas nos asusta no solo por el hecho de que hay un virus acechando, sino también por el hecho de que no sabemos en qué momento se acabará la última bolsa de arroz en la alacena, el último huevo en la canasta o las últimas verduras, puesto que, no tenemos un empleo en el cual la empresa nos siga pagando nuestro salario o un bono solidario por parte del gobierno, en entonces como hacemos lo que muchos tratan de hacer en este país, sobrevivir día a día.
Por otra parte, aunque muchas veces dicen que este tipo de contingencias unen más a las familias no aplica en todos los casos, no todas las familias han tenido que vivir ciertas circunstancias que muchas otras sí. En mi familia premia el miedo, no sólo por saber cuando se acabará la comida sino también por saber cuando se acabará la paciencia.
Mi familia está conformada por cuatro personas, mi madre, mi padre y mi abuela siempre hemos sido los 4 y nunca ha sido fácil, mi padre siempre ha sido alguien violento, mi madre una persona noble y mi abuela alguien que justifica los malos actos de su hijo y yo... Yo soy la ira, el odio y el miedo, siempre he temido por la felicidad y tranquilidad de mi madre y rogado a alguna fuerza del universo que me conceda la paz para aguantar al ser violento que es mi padre, que apacigüe su ira y que lo haga una persona que desee escuchar lo que otros quieren decir. Esta contingencia por suerte ha cambiado a mi padre y a mi madre, ha hecho que ella sea más fuerte y comprenda que no debe dejar que la pisoteen y a él le ha enseñado que no es inmortal y que un día puede que no despierte, eso ha hecho que sea más soportable el convivir, puede resultar agotador, ya que hay cambios, pero no son totales y hace que esto tenga el efecto de montaña rusa aveces arriba, aveces abajo, otras veces rápido y otras no tan rápido.
Los quehaceres se intentan dividir y muchas veces veo como "el hombre de la casa" puede ser útil y a la vez ser un simple estorbo que solo quiere estar acostado porque se levantó a sacar al perro a hacer sus necesidades y eso lo agotó. Es una suerte que mi madre y yo nos hemos convertido en un frente unido que no acepta que los que estén en casa sean un estorbo y hacer que realicen el mismo esfuerzo por igual y que este sea valorado.
Sofía Morales Campo
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