Después de todo, siempre amamos el caos, lo sentimos de cerca antes de desfallecer en Lourdes a las tres de la mañana, cuando vimos pasar la vida frente a nuestros ojos llevados por el éxtasis del patín, o del sintético, ya no lo recordamos, pero siempre supimos que de fondo somos fuego y anarquía, nunca buscamos dejar de serlo. Quizá nadie se piensa el caos tan estático, tanta quietud nos reforma la cabeza, los sentires, las expectativas. El fuego se apagó y con ello las certezas se quemaron.
En retrospectiva el dolor cobra sentido, los días no regresan, todo implosiona cuando te das cuenta que uno más es uno menos. Blanco. Negro. Ya no quedan notas ácidas. Solo uno tras otro. Varias listas sin tachar. Cuántos besos anulados. Solo versos sin armar y rompecabezas que te rompen las corazas. Ojalá vuelvan los rones al suelo, el mirar al cielo y no extrañar sin más.
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